Sobreviven gracias a la ayuda de los vecinos de Figueira da Foz, donde les ha pillado la cuarentena
Desde hace más de un mes, el circo Neverland se encuentra “varado” en Figueira de Foz, una localidad del norte de Portugal. Habían recalado procedentes de Pombal, donde las cosas no habían ido bien.”La gente ya tenía miedo de venir al circo, pero confiábamos que con la llegada de Semana Santa y las vacaciones escolares para remontar”, nos dice Eva Van Den Berg Monteiro, “más portuguesa que holandesa”. Nació hace 59 años en los Países Bajos de Europa y entró en el mundo del circo por amor a un portugués que conoció en el Circo Mundial.
“A los 17 le conocí y a los 18 me casé, cogí mis cosas y le seguí por donde fuera, hasta que murió hace once años”. Monteiro es el prototipo de la cada día más escasa profesión circense: directora, taquillera, camarera, presentadora, gerente, madre y abuela; todo (casa, familia y trabajo) lo lleva de aquí para allá de una punta a otra del país europeo. “De mí dependen doce personas que necesitan comer cada día y que tienen que cobrar sus salarios” .
El estado de emergencia declarado en Portugal les ha cogido en un aparcamiento, sin espectáculo y sin poder moverse. “Desde hace años la vida del circo es una vida de supervivencia, si trabajas te da para comer; si llueve el fin de semana, adiós a lo ganado.
Llevan más de un mes sin actuar, no hay ingresos pero las facturas llegan con puntualidad y es necesario pagar a los proveedores. La solidaridad de Figueira da Foz les está sacando del apuro más apremiante. Los vecinos se acercan con sus carros y les llevan comida, gracias a los medios de comunicación locales. A pesar de su mala situación, Eva saca el lado positivo ” Les digo que cuando esto acabe vamos a dar una gran fiesta a toda la ciudad, y no es por la donación de alimentos, es por el cariño, por sentir el calor humano en momentos como estos”.
La Cámara Municipal, les ha perdonado las tasas y el propietario del terreno les ha devuelto el dinero del alquiler. Monteiro recuerda que la vida en el circo nunca ha sido fácil, pero continuará mientras podamos provocar la risa de un niño.