El ingeniero y Rodolfo Hernández son dos conceptos ya inseparables en el panorama político colombiano, especialmente en una carrera en la que este magnate ha abanderado su condición de independiente para tratar de ganar la Presidencia y gobernar a golpe de polémicas.
El “Trump tropical colombiano”, como algunos se refieren a él, no tenía muchas posibilidades reales, según las primeras proyecciones, de conseguir una victoria en las urnas; era un desconocido para la mayoría de los colombianos, con excepción del departamento de Santander, donde creció e hizo fortuna.
Pero Hernández, candidato del movimiento Liga de Gobernantes Anticorrupción, creado por él y que no se define políticamente aunque sus propuestas tienden más al populismo, se ha convertido en la sorpresa de la campaña: las encuestas lo acercan cada vez más a un segundo lugar que le daría un boleto a la segunda vuelta, donde se enfrentaría en las urnas con el izquierdista Gustavo Petro.
LOS INICIOS DEL INGENIERO
El exitoso empresario, alejado de la política tradicional y de las castas colombianas, arrancó su carrera en Bucaramanga, capital del departamento de Santander, en el noreste del país, de la que es natural y donde se hizo millonario en el negocio de la construcción de viviendas de interés social.
Criado en el seno de una familia de clase obrera, Hernández, de 77 años, está casado con Socorro Oliveros y tiene cuatro hijos: Juliana, desaparecida tras ser secuestrada por la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en 2004, Luis Carlos, Mauricio y Rodolfo José.
En su trayectoria política ha hecho de su título de “ingeniero” algo inseparable a su nombre, dando la idea de que al ser rico no necesita robar de las arcas públicas.
A Bucaramanga llegó al poder desde su casa: compró el apartamento de enfrente, donde montó una oficina en la que recibía a todo el mundo. Las excentricidades también le siguieron hasta la Alcaldía, donde cada lunes retransmitía por Facebook sus populares “Hable con el alcalde”, que le valieron un par de polémicas.
LENGUA AFILADA
Pero sin duda, lo que más ha marcado su presencia en el panorama político ha sido su carácter, con tendencia a lo pintoresco y chabacano, y sin ningún miedo a la confrontación.
Hernández es un “candidato atractivo” porque tiene ideas novedosas, si se quiere poco ortodoxas, y “las transmite sin filtros, algo que puede conectar con los votantes”, explica en una entrevista con el analista político Felipe Botero, que añade que no significa que estas sean “plausibles”.
El ingeniero llegó a la carrera por la Presidencia con algunas polémicas a la espalda, como una entrevista en la que aseguró que admiraba a Adolfo Hitler o cuando golpeó a un concejal opositor de la Alcaldía de Bucaramanga, algo que le supuso la suspensión de su cargo.
Su campaña, como ya lo fuera la que lo llevó a la Alcaldía, se ha basado en un discurso muy crítico contra la corrupción, ampliamente extendida en Colombia, así como contra los políticos tradicionales, a quienes acusa de todos los males del país.
A pesar de este discurso que ha convertido en bandera, Hernández está envuelto en un caso de corrupción que se remonta a su época de alcalde debido a presuntas irregularidades en un contrato de consultoría para la gestión de las basuras de Bucaramanga, del que no se sabrá si es responsable hasta que se celebre el juicio, programado para después de las elecciones.
QUIÉN VOTA A RODOLFO
El éxito del ingeniero está en las regiones, especialmente en los “santanderes”, en referencia a su natal Santander y el vecino departamento de Norte de Santander. A diferencia del resto de candidatos, no hecho campaña en mítines en plazas públicas sino en pequeñas reuniones con simpatizantes.
Su personalidad “explosiva y rebelde”, a la par que un tanto “autoritaria e intolerante”, es lo que “le gusta a la gente”, considera Viveros.
Pero Hernández ha demostrado ser “un poco ingenuo sobre cómo funcionan las instituciones democráticas y esto puede jugar en su contra”, ya que “cree que el presidente tiene una capacidad” de tomar decisiones que en realidad no tiene.
Si llega a la Presidencia, Hernández no contará con un partido en el Congreso, algo que le podría conllevar dificultades a la hora de gobernar.