Los ídolos rotos de la lucha libre mexicana

Día de la lucha libre mexicana. Nos adentramos en la vida de los excombatientes, una vez alejados de la gloria.

Cuando los focos del cuadrilátero se apagan y los días de gloria se alejan, nos preguntamos como afrontan estos gladiadores contemporáneos la vejez con grandes secuelas físicas y en el olvido del público.

Súper Muñeco lo vemos caminar como si portara un gran peso a la espalda, el cartílago de sus rodillas está desgastado, perdió la visión en un ojo, tiene una protuberancia en su brazo derecho porque se dislocó el radio y las secuelas que no se ven, pero están en su cabeza. Es la herencia que deja 35 años dedicados a la lucha libre mexicana.

Detrás de su afable máscara de payaso de perpetua sonrisa, hay un atleta que no está dispuesto a retirarse. “Solo Dios sabe hasta donde te corta la luz”, nos dice este luchador de 57 años, que su vocación de luchador se debió a una ruptura amorosa.

Son audaces guerreros, héroes de barrio e ídolos para el pueblo con identidades de fantasía, capaces de soportar el dolor y los vituperios del combate, al tiempo que se bañan en las ovaciones de su público. Es un deporte con gestos teatrales, declarado Patrimonio Cultural Intangible de Ciudad de México, siendo una disciplina deportiva de alto riesgo con movimientos ensayados y en la que pueden exagerar sus golpes.

En el Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL), una de las principales empresas mexicanas, todos los luchadores deben someterse a exámenes médicos antes de subir al cuadrilátero. Súper Muñeco evita ir al doctor, a pesar de las punzadas que siente en las rodillas y la espalda. “Un día fuí al médico para revisarme la rodilla derecha. Hay que operar inmediatamente, dijo, pero me estaba revisando la izquierda”, nos cuenta.

Uno de los preceptos que todo luchador conoce es que si sube al ring, quizá nunca baje. “Morir haciendo lo que amas es una muerte sensacional”, nos dice Tony Salazar, un luchador de 70 años que sufre las mismas secuelas que Súper Muñeco. En 2015, el Hijo del Perro Aguayo recibió un golpe en las cervicales que le provocó un para respiratorio, falleciendo instantes después. Debido a este hecho los congresistas mexicanos buscaron crear una ley para amparar a los luchadores, evitar los abusos de los promotores y otorgarles el derecho a servicio médico. La ley nunca vio la luz, pero las muertes continúan.

Desde hace diez años, no tienen sindicato, solo lo poseen si forman parte de empresas como el CMLL, no cuentan con seguro de vida, por que ninguna compañía asume el riesgo, pero ellos siguen alrededor de las cuatro cuerdas, porque como dicen “Es su vida”.

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