Theranos, la “startup” capaz de revolucionar la industria médica con falsas analíticas de sangre
Esta es la historia de una vendedora de crecepelos, que desde pequeña supo que sería multimillonaria. Elizabeth Holmes, una emprendedora de 19 años presentó a los medios una máquina para realizar analíticas con una sola gota de sangre, toda una revolución para la industria médica.
Fondos de capital riesgo y personalidades conocidas mundialmente (desde Henry Kissinger hasta Carlos Slim, entre otros), pusieron una tonelada de dinero en sus manos. Theranos alcanzó los 9.000 millones de dólares de valor antes del lanzamiento del producto al mercado, pero el globo se desinfló después de la investigación realizada por John Carreyrou (The Wall Street Journal), en la que extrabajadores de Theranos desvelaron la realidad de la máquina y su mal funcionamiento. Si uno se hacía un análisis con ellos, corría el riesgo de recibir un diagnóstico equivocado, ya que hacían artimañas para los análisis al no contar con tecnología propia. Ha sido uno de los mayores fraudes de Silicon Valley en el siglo XXI.
No es la historia típica de dos jóvenes creadores que se convierten en millonarios con una idea sino algo mucho más grave, que es una violenta cultura empresarial. Theranos llegó a tener 800 trabajadores y no había semana en la que sin previo aviso, un trabajador abandonaba a prisa la sede de la compañía con un guardia de seguridad y un abogado amenazante. La empresa controlaba los correos electrónicos y el historial del personal, el ambiente laboral era : miedo, locura y paranoia.
Holmes y Ramesh Balwani, su expareja y número dos de Theranos, crearon la cultura del miedo y la intimidación para esconder su gran secreto: su producto no funcionaba. Para que no se desvelara el secreto, intimidaban a sus empleados para exigirles su silencio. Fue una amenaza muy efectiva durante un tiempo, hasta que las cosas salieron de madre, ya que en lugar de una startup, parecía una checa de la Stasi.
El globo se desinfló, cuando salió a la luz las pesquisas que había realizado Jhon Carreyrou para The Wall Street Journal, y una vez que apareció el artículo, la historia provocó una tormenta de fuego; ya que el punto más importante es el riesgo médico al que la empresa había expuesto a los pacientes.